Londres es una ciudad que me ha quitado mucho – la linea central probablemente me haya quitado años de vida – pero también me ha dado más de lo que nunca imaginé. En estos casi 10 años es como si hubiera pasado por el típico cambio de look, cortina de humo incluida, que seguramente dejaría con la boca abierta hasta aquellos que siempre dicen que «ya lo han visto todo». No hablo tan siquiera del aspecto físico – que también, aunque la evolución de mi estilo se merece una entrada aparte, por respeto a aquellas botas rosas de Mustang de principios de 2004 – sino más bien de una transformación mental completa que da para un libro.
Pero ya que para esta entrada tengo que elegir, diré que lo mejor que me ha dado Londres ha sido la capacidad de creer en mi misma hasta en las situaciones más duras y surrealistas, y creedme que en Londres estas situaciones se dan más que en cualquier otro lugar. Creo sinceramente que mucha gente nunca llega a ser consciente de su propia verdad, más allá del postureo y las frases hechas de Instagram. Nos han programado para no creer en nosotros mismos, las cosas son así. Para que pensemos que nuestra realidad es la que nos toca, y que el azar, nuestro lugar de nacimiento, dinero o nuestra familia determinan cómo será nuestra vida. En serio?
La cruda realidad es que nadie cree realmente en sí mismo hasta que mira a sus propios miedos y mentiras de frente y les hace un corte de manga. Estos momentos suelen pasar veces contadas, pero cuando ocurren, da por seguro que cambiarán totalmente el rumbo de tu vida. Y será en ese momento cuanto tendrás una epifanía y en lugar de ver la vida pasar delante de tus ojos, verás una cadena de situaciones relacionadas que te han llevado hasta ese mismo momento. Por ejemplo, cuando por casualidad no fuiste a esa cena, te quedaste en casa y leiste ese artículo totalmente aleatorio en Facebook que te llevó a conocer a X persona que más tarde te presentó a Y persona y que al cabo de los años te recomendó un libro que llegó a tus manos en el momento adecuado y te hizo tomar una decisión determinada.
Estos momentos son cruciales y es importante ser valiente y ser capaz de preguntarse a uno mismo: qué es lo que realmente quiero? Aunque probablemente, ya mientras te haces la pregunta conocerás perfectamente la respuesta porque siempre la has sabido, simplemente no te has atrevido a contestar la pregunta antes. Y llega un momento en el que te das cuenta de que la vida es corta, de que todos somos capaces de conseguir lo que nos proponemos, y que la fiebre de la excusitis y la plaga de los «y si» son peores que la peste. A veces somos nuestros peores enemigos y simplemente para no salir fuera de nuestra zona de comfort, nos deleitamos con frases como:
- Ahora no es buen momento…
- Cuando pase X ya lo haré…
- Y si no consigo X…
- Qué va a decir X persona de esto…
- Voy a esperar al momento ideal…
Soy la primera que ha utilizado estos venenos calmantes consigo misma, lo admito. Pero Londres me ha dado un par bien puestos, y la única pregunta que me hago es: «Qué es lo peor que puede pasar?». Si analizamos la situación con sinceridad y objetividad, lo peor que puede pasar NUNCA es tan grave como pensamos, y la mayoría de las veces, probablemente un 99% de la veces, nunca ocurre. Además, el momento idóneo no existe. Yo lo tengo claro: momento ideal = NUNCA. Never. Ever.
A veces simplemente necesitas tener fe en ti mism@. Ser valiente no consiste en no tener miedo, sino en tenerlo y hacer lo que nos asusta igualmente. Mirarlo a los ojos y decirle: «You’re my b*tch!». Habrá gente cómoda y resignada que te calificará de loc@, imprudente o descerebrado. Normalmente suele ser gente que nunca ha conseguido absolutamente nada y que se ha conformado con las migajas que le ha tirado la vida. Yo no escucho a estas personas, para mí su opinión es totalmente irrelevante y solo escucho, leo y hablo (de estos temas, me refiero) con gente que está donde yo quiero estar o que ha recorrido o quiere recorrer mi mismo camino.
Pase lo que pase, todo saldrá bien. Everything will be fine. Todo, y absolutamente todo es recuperable menos el tiempo, asi que doy mil veces gracias a Londres (y con él, a la gente que lo ha vivido conmigo) por las bofetadas constantes que me ha dado hasta que me he atrevido a creer en mi misma DE VERDAD, que no es poco. A creer que todo es posible y que yo soy la única persona responsable de lo que me pasa y de la vida que tengo. Que cuando queremos algo con toda nuestra fuerza, hasta el punto casi -y sobre- obsesivo, está básicamente garantizado que lo vamos a conseguir. Somos más de lo que pensamos, mejores de lo que pensamos, más valientes de lo que pensamos y sobre todo, más capaces de lo que pensamos. Sea lo que sea lo que quieres en este momento, ya sea ese trabajo, bajar de peso, dejar de fumar, montar una empresa o un circo, viajar por todo el mundo, lo que sea. Eres más que suficiente para conseguirlo. Y en el fondo, ya lo sabes.
Ojalá Londres fuera un profesor en nuestra escuela primaria y nos enseñara desde pequeños a creer en nosotros mismos. A tener fe en nosotros y a hacernos crecer sabiendo que podemos cambiar el rumbo de nuestra vida en cualquier momento, sin excepciones.
Ante la duda: GO FOR IT.
Namaste 🙂
xx
Ally
Amén hermana.
Me ha encantado tu reflexión. Hace pocos días volví de Londres (la octava vez que voy de turismo) y siempre pienso: algún día viviré aquí. Y eso que en algunas ocasiones lo he pasado un poco mal, pero Londres me ha enseñado a sobreponerme y pensar de otra manera.
Siempre aprendo algo en mis viajes.
Muchas gracias por compartir esta entrada 🙂
Hola Ally!
Tengo la sensación de que este post ha sido escrito en el momento preciso para que yo pudiera leerlo, y ya me pasó otra vez con otro tuyo. Quizás algún día nos podamos conocer y así podré darte las gracias personalmente.
Un beso muy graaaande!!!
Me alegro muchísimo y espero que me cuentes qué tal te ha ido 🙂 Un besazo xx
Aww Ally!!! ME ENCANTA. Y me has motivado como nunca! Mil gracias. xx
Cuánta razón tienes. Yo no hubiera podido explicarlo mejor.