
Vegano, vegetariano estricto, ovo-lacto vegetariano, pescatariano, omnívoro, flexitariano, frugívoro, paleo, reduceteriano… ¿Alguien más que también piense que esto se nos está yendo un poco de las manos?
Es curioso como únicamente cuando te metes de lleno en un campo específico eres capaz de ver todas las «modas», actitudes, ciencias y tendencias referentes a él. Al menos os puedo asegurar que desde que yo me metí en este, he descubierto un mundo lleno de gente que necesita ponerse una etiqueta para sentir que pertenece a un grupo específico. Y yo la primera. De hecho, recuerdo como cuando era adolescente, mis amigas y yo pasábamos tardes intentando buscar una «tribu urbana» para cada una. «Tú eres pija, tú eres rapera, tú hippie». En esto de la nutrición, pasa algo parecido.
Realmente esto no viene de lo que muchos denominan «postureo», sino más bien de una necesidad psicológica de «pertenecer», ser parte de una comunidad; una comunidad que te entiende, te apoya y tiene tus mismos valores y forma de vida. De hecho, este caso de las tribus urbanas, es muy parecido al de las religiones y las elecciones nutricionales o de estilo de vida que podemos tomar. En realidad es más que normal querer sentirse parte de algo más grande que nosotros.
Sin embargo hay momentos en los que creo que esta necesidad se nos va totalmente de las manos. Personalmente, pienso que es totalmente innecesario ponerse una etiqueta y decir que se es X o Y. Por supuesto que en temas de alimentación y dietas especiales es importante cuando salimos a comer por ahí, ya que por ejemplo, es imprescindible preguntar qué platos son o pueden ser veganos si no queremos acabar con alguna que otra sorpresa en el plato (aunque os parezca mentira hay lugares en los que creen que los vegetarianos comen pescado o que los veganos comen conejo o leche). Me refiero más bien a la necesidad mental que tenemos de encajar en unas pautas específicas para poder sentir que formamos parte de algo.
Empezamos por el veganismo, por ejemplo. El veganismo por definición es una forma de vida en la que la persona no consume ningún tipo de producto animal, ya sea alimentario o de otro tipo (cuero, lana, seda, miel, gelatina, etc). Pero en realidad, dentro de lo que significa ser vegano, hay muchísimos matices. Pongamos por ejemplo el tema de los cosméticos que testan en animales: Hay marcas que quizás no testan en animales, pero son parte de una multinacional más grande que sí lo hace (por ejemplo NARS o The Body Shop). En este caso he conocido veganos con actitudes muy diferentes. A algunos les parece incorrecto consumir productos de marcas que pertenecen a grupos que sí testan, y a otros les parece una forma de crear demanda del cosmético no testado a la multinacional.
También he conocido gente vegana que se ha sentido fatal al consumir un producto no vegano por equivocación, o cuando han sentido la necesidad de comprarse o comer algo no vegano porque no han encontrado otra alternativa (por ejemplo, amigos que en reuniones de más de 12 horas en Suiza solo han podido conseguir que les trajeran un sandwich de queso). Y mi respuesta es siempre la misma: nadie te va a quitar el «carnet de vegano» por haber cometido un error. Y es que creo que en este caso, es más la lapidación que se siente por parte de los no veganos con frases como «también matas insectos cuando comes verdura» o «sí, ya, y si estuvieras en una isla desierta y solo pudieras comer pájaros…» la que contribuye a este sentimiento de «impostor» en las personas que realmente están tratando de hacer lo mejor que pueden. Parece que la única forma de sentirnos mejor con nuestro «trabajo» es menospreciando el de los demás. Qué triste.
No me entendáis mal, yo misma he sido víctima de comentarios bastante fuera de tono que provenían de la otra parte de la moneda. Y muchas veces, tanto omnívoros como veganos me han dicho la misma frase: «Hay que ver lo maleducados y nazis que son los [elige entre veg*no u omnívoro], siempre riéndose de nosotros y queriendo demostrar que somos unos hipócritas». Así tal cual, siempre las mismas palabras provenientes de ambos lados. Y la verdad es que siempre diré lo mismo: Hay gente para todo; hay gente maleducada e intransigente, no porque sean omnívoros o veganos, sino porque son así, y da la casualidad de que son omnívoros o veganos.
Esto me lleva a pensar en lo que realmente nos exigimos los unos a los otros, no me extraña que estemos casi siempre estresados! Si es que a veces parece que estamos en una competición para ver a quien beatifican antes. Mucha gente me pregunta que si mis programas de terapia nutricional son solo para veganos, y la respuesta es NO. Mis programas son para todo el mundo, no solo porque creo que toda persona se merece la ayuda de alguien que les guie en su camino hacia ser quienes quieren ser y vivir la vida sana que quieren disfrutar, sino también porque cualquier esfuerzo por mejorar, ya sea nuestra propia vida o la del planeta en general, se merece mi admiración y mi respeto y yo QUIERO trabajar con esa persona.
Un amigo mío comentaba muy bien el otro día que, «la única forma de ser coherente es no hacer nada», y creo que no puede tener más razón. Y es que es gracioso como es siempre la gente que no mueve un dedo para contribuir a ningún bien común la que nos exige que los demás cumplamos X pautas o mandamientos para poder considerar que hacemos algo bueno. O que saca argumentos irrisorios («las plantas también sienten», «tenemos colmillos», «los leones comen carne» y demas lindezas del Bingo Vegano) para intentarnos hacer pensar que realmente somos unos hipócritas y que lo que hacemos no sirve de nada, para poder justificar su falta de acción. Esos son los realmente extremistas, los que esperan que hagas absolutamente TODO o absolutamente NADA.
Para mí, es esta realmente la lacra de la sociedad que impide que avancemos. Los egos gigantes que se inflan por encima de cualquier propósito para perder de vista lo que es realmente importante; y todo porque no queremos plantearnos si la forma de vida que llevamos es realmente la correcta, o más bien, la mas consciente, porque este planteamiento implica un cambio en nuestra forma de vida, y eso, psicológicamente, nos da pánico.
No voy a ponerme ninguna etiqueta porque creo que no es necesario. No necesito que nadie apruebe mi «pertenencia» a ningún grupo, ni que me confirme que realmente puedo considerarme X o Y. No soy nada. Soy Ally. Sin más. Las palabras no me definen, lo hacen mis actos, y mientras yo sepa que estoy haciendo lo mejor que puedo y esforzándome al máximo para contribuir en todo momento, estoy tranquila. Toda persona que es consciente de lo que está pasando en el mundo (The Guardian, UNU, Climate Central, Worldwatch, Onegreenplanet, curiosamente pocas noticias en castellano, por qué será) y que está haciendo ALGO por evitarlo, lo que sea, merece mi admiración. Ya sea una persona que practica los «Lunes sin carne», o que come «vegetariano entre semana», está haciendo algo por un bien común y merece respeto por ello, también principalmente porque ya está haciendo más que la mayoría de la gente y porque paso a paso se cambia el mundo.
Me da mucha rabia que siempre sea la gente intransigente e inculta la que se lleva toda la atención en estos casos, porque es algo que realmente puede crear aversión a la gente que se está planteando dar un paso hacia la sostenibilidad y la compasión, hacia el bien común. Si dejáramos de mirarnos tanto el ombligo y de sentirnos ofendidos y amenazados cada vez que alguien cercano muestra un mínimo interés por intentar mejorar (en cualquier sentido) y nos concentráramos más en nuestros propios actos, otro gallo cantaría.
No me gustan las etiquetas porque creo que simplemente ponen rejas a una energía positiva que puede encontrar su propio camino sin que nadie la señale. No creo en las etiquetas porque más que etiquetas, parecen un pase gratis para que aquellos que no están de acuerdo contigo tengan el derecho de juzgar, mirar con lupa y desacreditar cada uno de tus esfuerzos. No me gustan las etiquetas porque en realidad ahuyentan a muchos de adoptar un estilo de vida más saludable y sostenible por el miedo al qué dirán y cómo les tratarán.
La única etiqueta en la que creo es en la de «Soy Ally. Soy humana. Cometo errores, pero siempre, SIEMPRE, SIEMPRE haré lo mejor que pueda en todo momento».
xx
María
No puedo estar más de acuerdo contigo. Lo importante, y no en este tema, en todos: política, trabajo, relaciones personales… es estar concienciado, tener la inquietud de informarnos por nosotros mismos para tomar nuestras propias decisiones, y plantearnos de qué manera podemos hacer mejor las cosas. La coherencia es imposible a no ser que nos vayamos a vivir al monte sin tecnología, pero eso no es excusa para que cada día, con nuestras acciones, intententemos hacer las cosas un poco mejor.
Ally
MaríaEso es, incluso una acción mínima cada día, a lo largo del tiempo, puede cambiar el mundo. <3
María José
De acuerdo al 100%. Tras 12 años de vegetarianismo y trabajar en medio ambiente internacional he llegado a la misma conclusión. Deje de justificarme e intentar convencer a nadie con palabras. Lo hago lo mejor que puedo y tengo mis valores claros; a quien quiere saber le cuento pero cuando empiezan las lindezas que pones de ejemplo sonrío politely y a otra cosa mariposa… En especial desde que volví a la terreta
Eva
¡Hola Ally! Me ha encantado el artículo y estoy completamente de acuerdo contigo. Yo me creo una persona tolerante, y el otro día, una amiga mia que es vegetariana, pidió un plato con pescado en un restaurante. Y pensé, «vaya, que desilusión». ¡Yo, que soy omnívora! Claro que enseguida me dí cuenta de que lo que tenía que hacer es admirarla profundamente, porque es una mileurista madre de dos niñas a la que le encantaba comer cordero, hamburguesas y todos los pescados del mar… y que se hizo vegetariana por amor a los animales y a la naturaleza. Que dificil es ser tolerantes con los demás y con nostroso mismos. ¡Un abrazo guapa!