Como muchas sabéis, estas últimas semanas han sido bastante difíciles para mí por varios motivos. Sufrir de hipotensión, fatiga generalizada, fatiga suprarrenal y problemas complicados de espalda (algo normal con escoliosis) al mismo tiempo, no es algo precisamente divertido. Sobre todo, para una persona que se cuida tanto como yo. Y si a esto le sumas una situación que puede provocar estrés y ansiedad, tienes la cartilla del bingo completa.
Practico la meditación a diario desde hace más de 4 años, y he asistido a innumerables cursos y clases de yoga, mindfulness y meditación durante todo este tiempo. Me considero una persona extremadamente consciente, muy disciplinada (en lo que quiere), y gracias a ello he tenido la suerte de poder vivir estos momentos de una forma que a pesar de todo, me ha beneficiado.
Una de las cosas de las que me he dado cuenta durante todo este tiempo, es que mi subconsciente sentía una cierta decepción por mi cuerpo. Una decepción que se basaba básicamente en una creencia surrealista, en la que «la gente que se cuida tanto no puede ponerse mal». Ahora que lo veo de forma retrospectiva, me parece ridículo, pero cuando eres una persona que intenta dar ejemplo de estilo de vida saludable y de bienestar, ponerse enfermo, malo o tener unos días malos, parece que te hace fallar como figura de este concepto. Estoy segura de que muchas de mis compañeras han sentido lo mismo alguna vez.
Al fin y al cabo, todas hemos escuchado esa ridícula frase que dice algo así como «mira, todo lo que se cuida, y total, para qué, para ponerse mala como todo el mundo». Y supongo que es una frase que a mí, como figura del bienestar (por llamarlo de alguna forma), me repatea, porque da a entender que cuidarse no sirve de nada y que podemos pasarnos la vida alimentándonos a base de donuts y Red Bull, porque total, todos vamos a acabar en el mismo hoyo. Y cuando pasaba por estos momentos en los que mi salud no era la mejor, esta frase se repetía en mi cabeza y me provocaba un malestar adicional. De nuevo, visto de forma retrospectiva, suena ridículo, pero cuando estamos con achaques todo nos sienta de otra forma.
Meditando sobre este tema durante mi reposo/baja, me di cuenta de que la única razón por la que este pensamiento me hacía sentir mal, o al menos, incómoda, era porque yo misma me había contado la película de que siempre debía dar una imagen de salud surrealista, de felicidad y bienestar al 200%, 24 horas al día y 7 días a la semana. Y esa es una responsabilidad que por una parte, es insostenible (porque es imposible que una persona JAMÁS se encuentre mal), y que por otra parte, solo yo me había impuesto. Y tampoco se trata solo de dar una imagen, sino de creer que eres invencible. Porque a pesar de todo, todos somos humanos y nuestro cuerpo no es perfecto. Y hay veces en las que tienes que rendirte, dar un paso atrás y aceptar la situación, recordando siempre que vivir de forma saludable no te libra de todos los achaques del mundo durante el resto de tu vida, pero sí te da menos papeletas para sufrirlos.
Al mismo tiempo, me di cuenta de que nuestro cuerpo, a pesar de no ser invencible, tiene una capacidad increíble para recuperarse de cualquier lesión, achaque o malestar. Está claro que tenemos que poner de nuestra parte, porque es imposible seguir corriendo con una rodilla lesionada y no esperar que acabe por romperse. Me refiero a que, con los cuidados, el amor, la paciencia y la aceptación, estas rachas tardan menos en desaparecer, o quizás necesiten su tiempo, pero mientras nos demos los cuidados necesarios y nos tratemos con compasión y mimo, al menos la experiencia será mucho mejor.
Lo primero que hice en cuanto me di cuenta de estos sentimientos, fue ponerme a meditar EL DOBLE de lo habitual. Mi esterilla de yoga debe tener ya un trozo desgastado con forma de mi trasero. La meditación me ha ayudado muchísimo a reducir el dolor físico y mental que he llegado a tener durante estas semanas. Hay que pensar que como autónoma, tu trabajo no sigue su curso, no hay ningún compañero que cubra tu puesto ni una empresa que pueda hacerse cargo de lo que tú estarías haciendo si no estuvieras enferma. Por ello, en cierto modo, el hecho de tener que cancelar citas, reuniones, y no poder ponerme delante del ordenador como lo hacía cada día, me aportaba un estrés adicional. Por eso, la meditación me ayudaba (y me ayuda) a sobrellevar esa ansiedad que esta situación me estaba provocando. Porque a diferencia de lo que se piensa, no hay personas que tienen ansiedad y que no la tienen, sino personas que reaccionan de distinta forma a estas situaciones.
Mi instinto, es el de ponerme en modo supervivencia y estresarme. A pesar de que los temas de autoexigencia máxima y perfeccionismo para mí son ya cosas del pasado, es cierto que el haber tenido puestos de trabajo tan vertiginosos durante 10 años, ha creado unas ciertas reacciones automáticas en mi cuerpo. Es lo mismo que digo siempre: los valientes no son gente que no tiene miedo, sino gente que tiene miedo, y aún así hace lo que tiene que hacer a pesar de él. Y esto pasa con la ansiedad. Todas tenemos un pequeño Chuky dentro que se revela cada vez que vemos nuestra lista de tareas, cada vez que nos encontramos en un atasco o llegamos tarde, o cada vez que nos encontramos en una situación social que nos hace sentir incómodas. Para mí, ACEPTAR que la ansiedad es mi instinto, ha sido una de las cosas que más paz me ha dado en la vida.
Aceptar que ese era mi instinto me ha dado la oportunidad de aprender a no sentirme incómoda con la ansiedad, o con el dolor físico o mental. Lo primero que hacemos cuando nos sentimos «mal», es intentar deshacernos de ese sentimiento. No queremos sentir esa sensación, no queremos que forme parte de nosotros porque nos causa malestar, nos hace sentir débiles y vulnerables, y el dolor nos da pánico. Por eso, nuestro instinto de supervivencia sale en nuestra defensa aportándonos una enorme dosis de cortisol muy bonita. El cortisol, la llamada «hormona del estrés», es básicamente como esa madre sobreprotectora, que con toda su buena intención quiere protegerte, pero lo único que consigue es ponerte más nervioso, y en este caso además, pegando palizas a todas nuestras otras hormonas para que no pierdan el tiempo funcionando como deben. El cortisol es un terrorista en toda regla.
Cuando somos conscientes, practicamos la consciencia, y trabajamos mucho nuestras emociones y reacciones, encontramos la forma de reaccionar de forma positiva, o al menos, útil, a este tipo de situaciones. Llega un día en el que puedes decir:
«Hombre, hola Señora Ansiedad, encantada de verla otra vez. Le agradezco mucho que se pase por aquí y sus advertencias de peligros, pero todas esas situaciones hipotéticas de futuro que está trayendo a mi mente, son muy poco probables y no me sirven de nada. Le agradezco su colaboración, y aprecio que lo único que quiere es protegerme, pero voy a elegir no escucharla. Puede quedarse aquí, no tengo nada en contra de usted, pero permítame que ignore por completo sus imaginaciones y me limite a vivir este momento con paz y aceptación y sin pensar en el futuro. Estoy bien, estoy protegida, segura, no existe ningún peligro en mi vida, así que voy a elegir centrar mi atención en otros pensamientos más útiles».
No voy a decir que llegar a este punto es fácil y que se puede conseguir simplemente meditando un minuto. Por desgracia, no existe ningún truco de magia para hacer desaparecer la ansiedad o los pensamientos negativos de la noche a la mañana. Son sentimientos que muchas veces nos pueden incluso paralizar, y jamás le quitaré hierro al asunto porque sufrir ansiedad puede incluso hacerte sentir que tu vida corre peligro (literalmente). Pero sí quiero decir, que por suerte, hay cosas que pueden ayudar un poco a sobrellevar algunas situaciones. Estas son las cosas que a mí me han ayudado a mejorar mucho en este sentido:
- MEDITACIÓN: La meditación DE FORMA REGULAR nos ayuda a trabajar las reacciones que tenemos a nuestros pensamientos y a elegir las que más nos sirven. Nos ayuda a estar más en armonía con nuestro cuerpo y en consecuencia con nuestras sensaciones. Cuando somos conscientes de las sensaciones físicas que ciertos pensamientos nos pueden provocar, es más fácil enviarles nuestra respiración para aliviarlos, sin juzgarlos ni etiquetarlos como «buenos o malos».
- DESCANSO. No me cansaré de repetir lo importante que es descansar y dormir cuando estamos pasando por momentos difíciles y tenemos dolor físico o mental. El descanso nos sana, nos repara y nos ayuda a tener la mente más clara, porque damos tiempo al cerebro a procesar toda la información que recibe. ¿Por qué creéis que existe la expresión «consultarlo con la almohada»?
- HACER COSAS QUE NOS GUSTEN. Leer, pasear, llamar a una amiga, ir al cine, montarnos nuestra propia maratón de Netflix, y sobre todo, ¡reir! La risa hace que se liberen químicos naturales en nuestro cerebro que nos hacen sentir bien. Ponte la película «Agárralo como puedas» o cualquier tontería de Jim Carrey y no comas polvorones.
- REMEDIOS NATURALES. Los adaptógenos como el Ashwaganda o Cordyceps ayudan a regular nuestra respuesta ante el estrés. También infusiones de manzanilla o tila pueden ayudar. En cuanto a la aromaterapia, a mí personalmente me ayuda muchísimo utilizar unas gotas de lavanda y ylang ylang en un spray hecho a base de vodka. Lo echo por toda la casa, en mi ropa y en la almohada.
- EJERCICIO. El ejercicio hace que liberemos endorfinas, que nos proporcionan una sensación de bienestar.A mí el power/vinyasa yoga me va de perlas. Si puedes hacer ejercicio en la cama (ejem, ejem, codazo, guiño), ya sea sola o acompañada, también puede ser beneficioso, ya que hará que la oxitocina y las endorfinas vengan a la fiesta.
- ACEPTACIÓN: Me costó entender que, tener dolor, físico o mental, no te hace más débil, ni peor persona, ni una quejica. Te hace humana. Y me ayuda mucho pensar que esto, también pasará.
- IDENTIFICACIÓN. Recordar que no soy mi dolor, físico o mental. Es solo una sensación, y como tal, tiene un poder limitado sobre mí. Siempre tengo presente que no debo identificarme con mi dolor o mi sensación, no me definen, solo yo puedo hacerlo.
Ser conscientes de nuestros pensamientos nos hace más presentes y nos devuelve el control sobre nuestro bienestar. Nadie, y repito, NADIE es responsable de nuestro malestar, solo nosotros. Ninguna persona ni situación puede hacernos sentir mal; nadie tiene el poder sobrenatural de meterse en nuestra mente y hacernos sentir mal, de menos, feos, inferiores, débiles, inapropiados, tontos, estresados, avergonzados… Nadie tiene ese poder telepático. Los únicos que habitamos en nuestra mente somos nosotros, y este pensamiento debe darnos paz, ya que significa que tenemos el poder de solucionar cualquier situación, con menos o más trabajo, pero con poder y compasión.
Recuerda que lo que los demás esperen, piensen o quieran de ti, NO ES ASUNTO TUYO, ni tiene que afectarte en absoluto.
Ejercita la empatía con los demás, pero también contigo misma, porque eres la persona más importante de tu vida.
Namasté x
ikette
Gracias por compartir tu experiencia Ally, y recalcar que la empatía y los cuidados empiezan con una misma.
Lástima que hayas tenido que incluir la nota final… es una pena que haga falta aclarar este tipo de cosas a estas alturas.
Ally
iketteYa, yo también creo que es una pena! Ya no se puede hablar de nada sin que se le saque puntilla o se lea entre líneas. Un besazo xx
Eduard
Gracias Ally por tu testimonio. Yo creo que estos «bajones» de salud que todos hemos tenido, tenemos y tendremos, forman parte de la lección que la Vida nos quiere dar para que nos demos cuenta que Ella nos da también su antídoto que no son ni mas ni menos que «comprimidos de amor». La Vida (Dios, energía, el Creador, etc…) nos cuida y nos repara gratuitamente de cualquier mal, siempre que le demos la oportunidad de hacerlo, siempre querrá lo mejor para nosotros, incluyendo la «lección de la enfermedad». Pensemos que Todo es AMOR, ¿no vale la pena aceptarlo?