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El diablo se viste de Prada... ¿literalmente?

La moda de lujo tampoco es ejemplo de prácticas sostenibles y éticas

 

Como divulgadora sobre el tema de moda sostenible, cada vez que publico contenido sobre lo dañina que es la moda rápida tanto para las personas como para el medioambiente, recibo algún comentario suelto de este estilo:


“Pero es que no todo el mundo tiene dinero para comprar en Dior o Gucci”

Y menos mal, porque tampoco es que sean ejemplo de nada.


Carrie Bradshaw I feel in Dior

Por supuesto que los diseños de estas marcas son los que inspiran a la moda rápida, y por supuesto también que, la calidad en tejidos y confección tiende a ser superior en muchos casos (las marcas de lujo dependen de su reputación, es algo que no van a tirar por tierra fácilmente con unos pantalones mal cosidos).


Pero detrás de esa cierta calidad, también se esconde una realidad menos conocida: la explotación laboral que hace posible esos productos. Recientemente, han salido a la luz informes que acusan a estas marcas de abandonar a sus trabajadoras en Rumania, dejándolas sin empleo ni compensación justa al perderlo. Cosa que sorprendentemente, no ha trascendido en la prensa más allá del nicho.


Estas trabajadoras afectadas eran empleadas de fábricas en Rumania que producían zapatos para estas marcas de lujo. Tras un pequeño aumento del salario mínimo en el país (de 400€ a 475€ al mes, que tampoco es demasiado significativo), las fábricas comenzaron a cerrar. Algunos lo pueden llamar coincidencia, otras lo llamamos red flag.


Al poco de producirse este ligero aumento, estas grandes marcas de lujo dejaron de hacer pedidos, alegando que el coste de producción era demasiado alto. Algo difícil de creer, ya que considero que a estas alturas todas somos conscientes de que unos zapatos que cuestan 650 euros no cuesta ni 300, ni a veces 50 realizarlos. El precio añadido de estas marcas se llama “inaccesibilidad”, que es su forma de que solo una clientela exclusiva pueda comprarlos y así asociar una clase social específica al nombre de su marca. Eso es algo que todas las personas que hemos trabajado en la industria de la moda de lujo sabemos. Y, ojo, no quiere decir que no esté justificado. Si estas marcas existen, es porque hay personas que se pueden permitir y están dispuestas a pagar, sin problema, ese precio premium que les asegura que solo ciertas personas de su mismo nivel económico podrán acceder a las mismas prendas que ellos lucirán.

Tienda de Prada

La cuestión es que estas fábricas dependían en gran medida de los pedidos de Dior y Gucci, y obviamente no pudieron seguir sin estos clientes. Las trabajadoras, muchas de las cuales dedicaron años a este oficio, se encontraron sin empleo y sin ningún tipo de compensación o indemnización. Esto pone en evidencia una triste realidad: mientras la moda de lujo genera fortunas, las personas que hacen posible esa producción apenas sobreviven.


Los dueños de las fábricas han expresado que, a pesar de hacer todo lo posible por cumplir con los pedidos incluso cuando se les requería una extrema rapidez (muy al estilo fast fashion, si me preguntas), las marcas finalmente redujeron los precios de compra y los dejaron fuera del mercado. Este tipo de comportamiento demuestra una falta de compromiso con los trabajadores que, en última instancia y como sucede realmente en un sistema capitalista, son los que sostienen la industria del lujo.


Más allá de la calidad de los materiales y el diseño, que es algo que ciertamente he tenido el privilegio de comprobar teniendo acceso a marcas de lujo durante todos mis años de trabajo en la industria, el precio de estas prendas y accesorios debería implicar un salario justo para quienes los fabrican. Sin embargo, no siempre es así, y repito mi mantra: lo que define los valores de una marca son sus actos, no sus precios.


Creo que los consumidores de la moda de lujo, también tienen el poder de exigir más transparencia y responsabilidad por parte de las marcas, sobre todo cuando sabemos que, por desgracia en esta jerárquica sociedad, la opinión de aquellos más privilegiados se toma más en serio que la de otros con menos suerte. Al apoyar a marcas que practican una producción ética y sostenible, independientemente del precio de su etiqueta, podemos enviar un mensaje al mercado: el verdadero lujo incluye dignidad y respeto para todos en la cadena de producción. ESE es el verdadero precio que se debería pagar. Y no simplemente que una Don Nadie de New Jersey lleve el p*** Birkin que querías para ti*.


No es un bolso, es un Birkin

Esta historia es solo un ejemplo de cómo el mundo de la moda puede ocultar realidades incómodas que mucha gente se niega a visibilizar, o que simplemente asume que las personas que divulgamos sobre este tema creemos que un precio refleja la ética de una marca por defecto, cuando está muy lejos de ser así. Siempre digo que la calidad de la ropa de diseño y los materiales sostenibles, hay que pagarlos, pero por supuesto, a partir de un cierto precio, lo que estamos pagando es nuestro anhelo a pertenecer (o diferenciarnos, según desde qué punto de vista o clase social lo mires).


Así que no, ninguna divulgadora de moda ética y sostenible te está diciendo que compres en Dior o Prada, ni que te gastes el dinero que no tienes en marcas que no nos podemos permitir.


Lo único que decimos, o al menos yo, es que ni Shein ni Gucci, ni ninguna marca que en 2024 siga explotando a sus trabajadores y trabajadoras, debería recibir un solo euro hasta que no puedan ofrecer productos de calidad y garantizar salarios dignos a toda la cadena de producción.


Estás en tu derecho de comprar a la marca que te plazca, pero cuando esto significa que los derechos de otras personas se ven pisoteados, te aseguro que no hay cosa que se sienta más fea y sucia cuando te la pones, por mucho que cueste el salario mensual de una persona.


El diablo no se viste de Prada. Se viste de capitalismo tardío y explotación, y eso, señores, no hay renombre que lo cubra.


Referencias:

1 Comment


carmenfernandezcopy
Nov 26, 2024

Amén.

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